sábado, 17 de septiembre de 2011

La caja


La caja de sentido estaba vacía pero poco a poco la fueron remodelando. Primero le pusieron las pestañas. De un lado pusieron un par de orejas bien grandes. Después unos sillones. Y al final de todo los cambiaron. Eran demasiado cómodos. La gente venía, se sentaba y se despatarraba. Así que los cambiaron por unos que te hacen sentar derechito. Más pequeños.
Pero a la caja de sentido lo que le faltaba eran más ventanas. Así que a las que tenía le pusieron unos hilitos que se mueven. Son para ahuyentar a las palomas, para que no te estén mirando a los ojos mientras lloras. Porque en la caja de sentido a veces se llora. Pero está bien. Está dentro de lo previsto: hay pañuelitos y son descartables.
Me preguntás si hay soberano en la casa del sentido. Me gusta jugar a que a veces soy yo y a veces sos vos. Y sobre todo a cambiar de lugar las orejas gigantescas.

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